El edadismo o viejismo, término acuñado por la comunidad científica durante la década de 1970, describe un fenómeno muy arraigado dentro de nuestra sociedad: el atribuir características negativas al envejecimiento lo que profundiza una discriminación explícita e implícita, tanto de las comunidades a sus adultos mayores como entre ellos mismos, concepto que vuelve a surgir en el marco del Día Internacional de las Personas Mayores, que se conmemoró el pasado 1 de octubre.
“Esta discriminación se puede dar en distintos niveles, pero el concepto central es que se atribuyen características negativas al envejecimiento y eso conlleva a ciertos prejuicios que van en repercusión directa de la calidad de vida en estas personas”, señaló la especialista geriatra del Hospital Puerto Montt, Dra. Erica Astorga, quien entregó algunas claves para ir derribando los prejuicios y estereotipos que rodean a los adultos mayores.
Discriminación en las personas mayores
La profesional fue enfática en asegurar que “las personas mayores se dan cuenta de la discriminación que sufren en la medida que van envejeciendo: se sienten mirados en menos, se sienten infantilizados, es bien común ver que hijos comienzan a adoptar la actitud de padres frente a sus padres y les empiezan a dar instrucciones o a prohibir cosas. Si alguna persona mayor se sale de los estereotipos, se encuentran con barreras culturales e institucionales”.
Efectos de la pandemia Covid-19
De acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud, 1 de cada 2 personas en el mundo incurren en el ‘viejismo’, el que está presente en todos los ámbitos de las sociedades modernas, a través de pequeños detalles, como, por ejemplo, el infantilizar a la población adulta mayor, lo que se exacerbó durante la reciente pandemia de COVID-19, y que, gracias al fin de la emergencia sanitaria, tenemos la oportunidad de ir superando de a poco este fenómeno.
“Con una intención de protección, se dio la instrucción de que todas las personas mayores se mantuvieran aisladas por más tiempo del que se mantuvo aislado al resto de la población. El problema es que se encasilló a toda la población mayor dentro del mismo saco, porque la población es muy heterogénea, hay personas de 90 años que son absolutamente autovalentes, bien física y mentalmente, parte activa de la comunidad”, recordó la Dra. Astorga.
Estos prejuicios arraigados tienen un efecto negativo considerable en la población adulta mayor, ya que la limita justamente a expresar sus capacidades en esta etapa diferente de la vida. Gracias al ‘viejismo’ se le otorgan “características patológicas a la vejez”, cuando lo que se espera es tener cambios fisiológicos durante esta etapa de la vida, los que no necesariamente implican una enfermedad, por ejemplo, asociar la edad al Alzheimer, el dolor crónico o la sordera.
“Es muy importante que comencemos a normalizar los cambios asociados a cada etapa de la vida: las arrugas, las canas, la pérdida de masa muscular, son parte de la vejez y eso no se puede asociar a patologías, sólo por el hecho de envejecer. El concepto equivocado de normalizar lo patológico hace que muchas veces las personas mayores no consulten en sus centros de salud, o que sus cuidadores no lo hagan porque piensan que es normal diciendo “ah, debe ser por la edad” y no reciben ningún abordaje a sus problemas de salud”, aseguró Astorga.
Recomendaciones:
“Ojalá no dejarse encasillar: si yo me creo los cuentos del viejismo voy a terminar perdiendo toda mi capacidad física y mental y me voy a enfermar. Para el resto de la población que aún no llegamos a esa edad tenemos la tarea de ayudar y el facilitar la integración real para que las personas mayores sean miembros activos en la comunidad y promover cada vez más los encuentros intergeneracionales”, concluyó la Dra. Astorga.
En Chile la población mayor de 60 años es de casi 4 millones de personas, mientras que según las estimaciones de Cepal/Celade, se proyecta que para el 2050 la población chilena tendrá 6.430.169 personas con 60 años o más, lo que equivale al 31,6% del total del país, cifras que reflejan el acelerado envejecimiento de nuestro país, principalmente de las mujeres, las que alcanzan 130 por cada 100 hombres mayores de 60 años.